Utopía y distopía.
El primero es un estado en el que las fricciones de las
posiciones sociales se han logrado limar lo suficiente como para que todos los
habitantes sean igualmente felices. El segundo es un estado de profunda
desesperación que es perpetuado en un círculo vicioso. Ambos son estados en los
que el cambio social se detiene, equilibrios estáticos, puntos finales.
La gran mayoría de las teorías de predicción del
futuro, historias de ciencia ficción o modelos que intentan dar una solución al
problema de la evolución social, proponen que la sociedad convergerá hacia uno
de estos equilibrios estáticos, una solución determinada. Lo cierto es que la
realidad y la sociedad como quienes la constituyen, está en constante y
perpetuo cambio, más que eso, oscila entre las crisis y las recuperaciones.
Isaac Asimov, uno de los más grandes autores de ciencia
ficción del siglo XX, propone un modelo de evolución social en el que su
principal característica es que no existe un final de los tiempos.
Para él no existe un escenario final determinado, sino
una miríada de posibles escenarios resultantes, según el camino que la sociedad
como tal elija. No existe tal cosa como un punto de equilibrio hacia el cual
converge toda la sociedad, en cambio, existen historias o caminos probables que
se rigen por las decisiones de la población mayoritaria. Cada generación se
enfrenta a una o varias crisis y elige la forma en que resolverá los grandes
problemas que la aquejan, tomando así una ruta determinada que la llevará a uno
de estos escenarios resultantes, en el cual surgirán nuevas crisis, nuevos
retos que afrontar como sociedad y así se suceden las crisis, las soluciones,
los resultados.
Personalmente, esto es lo más atrayente de la ciencia
ficción, su capacidad de abstraerse lo suficiente de la realidad, como para
pintar un mejor dibujo de ella, con una mayor perspectiva.
Como sociedad vamos eligiendo qué camino tomar en la
búsqueda de soluciones para los desafíos que enfrentamos, pero no existe una
solución única, ni una solución libre de efectos secundarios o colaterales. La
forma en que visualizamos las crisis que se nos presentan y las medidas que
tomamos ante ellas darán forma no sólo a la salida o solución, sino
posiblemente, a la siguiente crisis.
A continuación se presenta un análisis de la forma de
hacer política en Costa Rica durante los últimos veinte años, tratando de no
entrar en valoraciones sobre la bondad o maldad de esta. Se intentará más bien,
hacer un análisis inverso: intentar descubrir qué refleja de nuestra realidad
social la manera actual en que se hace política.
La era de los
"héroes"
Podríamos rastrear el inicio de esta era en la política costarricense al momento de la crisis institucional que se concretó con la judicialización de algunos ex presidentes, los casos CCSS-Fishel, ICE-Alcatel, como se les llamó en su momento. La cual fue un golpe mortal al bipartidismo imperante durante toda la segunda República, los partidos de la época quedaron heridos, aunque uno más que el otro y el electorado con una sensación de profunda traición.
En este contexto nace el PAC, como una alternativa a lo
que era un sistema corrupto o al menos ese fue su caballo de batalla. Como
nuevo actor en escena, se gana al electorado vendiéndose agresivamente como el
partido con los principios que el PLN y el PUSC habían perdido: su honradez y
su ética de gobierno. Se inaugura así una nueva etapa en la política
costarricense, caracterizada principalmente por lo que llamaremos corrección política. Para el joven PAC
su principal problema era encontrar los momentos adecuados para demostrar que
no era igual a los partidos tradicionales y de esta forma transmitir la ardua
lucha del héroe contra un mundo de corrupción para salvar a Costa Rica.
Es por eso que, cuando se ganaron las primeras
diputaciones, su principal estrategia fue hacer alarde de su compromiso moral
con firmas de contratos éticos que contenían reglas de conducta para sus
miembros, además de nombrar garantes que ponían en relieve lo intachable de sus
partidarios. El impacto de la caída del bipartidismo fue tan grande que el tema
moral se convirtió en la principal distracción ante cualquier falla o
insuficiencia en los candidatos, nadie se preguntaba por la capacidad de
análisis de la realidad o de proponer soluciones viables y eficaces a los
principales problemas que enfrenta el país, la honradez se constituyó en
requisito único, indispensable y suficiente para aspirar al poder.
¿Qué consecuencias tiene el que la corrección política le haya arrebatado el primer plano a cualquier otro aspecto en la discusión política? Implica, en primera instancia, que cumplir con los requisitos de
honradez, ética y buenas intenciones, relega a planos muy secundarios el conocimiento, experiencia, capacidad de análisis, de negociación y preparación en un aspirante a puesto de elección popular. Es como si, para decidir a qué doctor acudir para el tratamiento de mi enfermedad, me fijara solamente en la pulcritud de su bata y de su higiene al atender pacientes.
No más de lo mismo —aunque seamos los mismos—
Consecuentemente la caída del bipartidismo no significó
una renovación de la clase política, más bien se caracterizó por un reacomodo
de fichas, la renuncia de algunas figuras políticas a los partidos
tradicionales y la fundación de nuevos.
De hecho, figuras de los antiguos partidos que por la jerarquía interna
no tenían muchas posibilidades de surgir, vieron en este reacomodo una forma de
lograr sus aspiraciones: “figuras menores que se convierten en figuras
mayores”. Se da una época de proliferación de partidos políticos por parte de
los disidentes, cada uno asegurando que se retiraba de su partido por la
corrupción que los carcomía, a su vez presentándose como los llamados a
corregir los años de malas decisiones y enriquecimiento de las cúpulas. Los
nuevos partidos, en su mayoría monotemáticos, carecen de ideas innovadoras
respecto de los problemas nacionales y más bien se han terminado caracterizando
por sus posiciones recalcitrantes. Pensar en soluciones congruentes no era el
foco del asunto. Por eso los vacíos a la larga fueron llenados por ideologías de
manual y panfletos ideológicos.
No existe una propuesta política como tal. La forma de
atraer al electorado es mostrarse como la alternativa honesta en un mar de
corrupción. Se parte de la premisa de que aquel que sea moralmente superior,
por este solo hecho, brindará las mejores soluciones. La condición suficiente y
necesaria.
El problema es que el momento histórico se
caricaturizó. La lectura de dicho momento nos decía que la población estaba
cansada de la política basada en el beneficio de sectores específicos, la falta
de competencia y la desprotección social. El hecho básico de que en esta
sociedad no importa que tan duro se trabaje, si no se pertenece a una cierta
élite o familia era/es difícil tener una vida digna, la trampa del
sostenimiento de la desigualdad. Estaban en juego la solución a problemas mucho
más complejos que la reducción simplista a la lucha entre los malos corruptos y
los buenos honrados, pero esa no fue la interpretación que se le dio en ese momento; y la oportunidad de resolver
la crisis de una mejor forma pasó de largo, en cambio, se siembran las semillas
para un periodo de una aún mayor inestabilidad abonada constantemente por todos
los actores políticos.
En un foco más amplio, podría verse que esta forma de
hacer política se da precisamente por el desconocimiento de las clases
políticas de la realidad cotidiana de la gran mayoría de personas de este país.
Pero, ¿porqué es importante conocer la realidad común?, acaso, ¿no es
suficiente con ostentar el poder y tener una buena maquinaria de propaganda o
“educación” como se le ha llamado durante este periodo?
La novedad en el enfoque que Maquiavelo presenta en “El Príncipe”, es que él nota que aunque un
monarca concentra todos los poderes de un principado, que éste sea duradero depende exclusivamente del pueblo.
Es una inversión
total del análisis de la época: pasar de pensar en que el monarca podía
hacer y deshacer a voluntad, a notar como un hecho social que no se puede ir en
contra del pueblo si se quiere tener un reinado duradero, y que el secreto es
nunca olvidar que, por mecanismos aún desconocidos, el pueblo sostiene a su
gobernante. Este análisis es aún más válido en una democracia.
El principio a demostrar se puede enunciar como: cuando
la clase política en su desconexión y falta de liderazgo busca la forma de
emocionar, de conectar con el electorado, la manera más sencilla es presentarse
como el mesías, el que a través de su moral a prueba de todo nos va a resolver
todos los problemas.
Pero al doctor no le basta con lavarse bien las manos.
Una de las consecuencias de esta falta de liderazgo y desconexión de la clase
política, como en los principados de la época de Maquiavelo, está amarrada al
pueblo. Cuando el efecto inicial se agota y la solución mágica que vendían, se
materializa que no era tal, entonces se corre el peligro de confundirse con los
demás mesías. Es así, que para mantenerse vigente, la posición debe evolucionar
hacia una diferenciación más activa, un distanciamiento más agresivo no solo de
los políticos anteriores sino también de los nuevos que puedan surgir.
El rey ha
muerto, muerte al rey
Entonces inicia una carrera para encontrar y denunciar
las faltas de los contrincantes políticos, en lugar de tratar de seducir a los
ciudadanos con un proyecto político, lo que se busca es hablar mal de
cualquiera que no comulgue con las ideas propias, la estrategia de
defensa-ofensa. Así, se atacan mutuamente de corruptos, de moralmente inferiores,
de mentirosos y unas cuantas cosas más.
En consecuencia, cuando un partido alcanza cierta cuota
de poder, se logran algunas diputaciones y puestos municipales, se hace
necesario utilizar ese puesto para capitalizar lo que los llevó allí, y así poder
tener más diputados y hasta lograr el Ejecutivo. En esta dinámica, esto se
logra tratando de hacer ver que el gobierno de turno es igual de corrupto que
los anteriores, toda acción del partido de gobierno se debe ver como algo mal
hecho o que de plano es corrupto. Esta práctica fue utilizada por la oposición
ya desde el gobierno de Laura Chinchilla, para aumentar su capital político, lo
mejor era no contaminarse con la corruptela de la administración en curso.
Y aquí está la clave, luego de un largo proceso de más de una década, esta forma de hacer política
implica que cualquiera que tenga aspiraciones presidenciales o siquiera a una diputación, jamás podrá aliarse con el gobierno de turno (no importa de qué partido), porque lo que hay que hacer es mostrarse como el más limpio y el más ético.
Existe otra consecuencia lógica cuando una moral
intachable es la condición sine qua non, y es que parte de la máxima de que el
supremo Bien es obvio para todo el mundo, la verdad es entonces única, evidente
y buena (sin consecuencias), por tanto, si alguna persona no está de acuerdo
con ese supremo Bien, es porque es un ignorante, lo que se soluciona con
educación, o porque es una persona con intereses siniestros escondidos. De
manera que, cualquier adversario, o disidente es en automático malo o corrupto,
no se requieren demostraciones o argumentaciones, no existen tonos grises, es
blanco o negro. Si la política fuera un juego de ajedrez, sería una estrategia
bastante poderosa y difícil de neutralizar, dos gobiernos del PAC seguidos, lo
demuestran.
Cuando los partidos y los movimientos sociales se basan
en la premisa de la corrección política, como ya se mencionó, es una posición
ofensiva-defensiva en que las soluciones de aquellos de moral superior serán
las únicas aceptables. No hay lugar para discusión o para pragmatismos, todo
argumento contrario a la propuesta inspirada se desecha ad portas, pues nace de los vicios del antiguo sistema, se
juzgan con escepticismo y paranoia: ”de seguro mengano tiene negocios con
fulano” e incluso llegando a absurdos
como que el gobierno lo único que quiere es el mal de sus ciudadanos no importa
si los votan o no en las futuras elecciones. En esta nueva era, no se hacen
análisis a profundidad de los pros y los contras, de las posibles consecuencias
a mediano y largo plazo, sino que la solución que se plantea es buena porque es
lo correcto y punto, son soluciones sin consecuencias, como el Soma de Huxley*.
Para validar sus posturas se eligen siempre paneles de “expertos” que se sabe
son afines a la causa.
Así, se eliminó el incentivo para la cooperación, y más
bien se colocó en el centro la práctica en la que la única forma de obtener
cuotas de poder es mediante la destrucción de los contrincantes políticos. La
consecuencia inmediata es que, ante cualquier problema solo existe una solución
(la de mi partido), y cualquier otra es solo un desvío corrupto. Vendiendo una
y otra vez que existen soluciones perfectas sin ninguna consecuencia negativa,
pues los elegidos tienen el secreto de la piedra filosofal.
Quien a hierro
mata, a hierro muere
Así, llegamos al momento actual, en el que no existe
ningún incentivo para sentarse a negociar, a pesar de que la crisis es
profunda; todo lo contrario, existe un incentivo perverso a no cooperar, más
bien a atacar al oponente político que se vea con un asomo de buena imagen o
posibilidad, se le debe aplastar antes de que asome la cabeza. Esto ha sido
evidente cuando, por alguna razón una figura política se posiciona bien, de
inmediato empiezan los ataques para desacreditarla.
Cualquier intento de negociar con el gobierno o
cualquiera que tenga posibilidades políticas reales, significa que mis enemigos
políticos me ataquen por cooperar o de ayudar de alguna forma. Este fenómeno se
extenderá a cualquiera que intente una solución y pueda conjuntar personas para
una idea política. Atrás quedaron las consideraciones ideológicas partidarias
de la coherencia, de un plan que conjunte a todo el electorado, de una visión
país, de sabernos todos en el mismo barco y que si se hunde, nos hundimos
todos. Pareciera más bien que los políticos de oposición anhelan y hasta
propician la profundización de la crisis que vivimos, bajo una lógica de que si
destruyo al gobierno de turno y me presento como el salvador, me garantizo las
próximas elecciones, así herede un país en ruinas.
Las decisiones que tomamos como sociedad a partir de la
crisis concretada con la judicialización de ex presidentes, sentaron las bases
para la actual crisis de gobernabilidad, y decisiones anteriores de descuidar
la equidad social, las bases de una clase política completamente desconectada
de la realidad de la gran mayoría de costarricenses.
En este escenario, no hay forma sencilla de que cuajen
las fuerzas políticas.
A menos que, alguna lideresa o líder, abandone esa forma
de hacer política y se logre conectar realmente con el electorado, logre
inspirar y vender una visión de conjunto de la realidad nacional. En una nueva
versión de política que no se alimente solo del odio al contrincante, si no del
ideal de desarrollo e innovación, lograr conjurar los viejos problemas de
desigualdad, el rescate del talento en todas las capas sociales, la esperanza
de que el estudio y trabajo duro pueden augurar un mejor futuro. No solo
apuntar lo mal que se ha hecho antes, que ese es el primer sorbo de veneno, si
no, ver las cualidades positivas de la población que nos puede llevar a tener
una vida mejor como sociedad.
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* Droga sin
ningún efecto secundario o no deseado, utilizada para “controlar las emociones”
en la realidad distópica creada por Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.
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