Seguro te pasó: estás viendo una serie y pensás “un capítulo más y me voy a dormir”, pero de pronto ya son las tres de la mañana. O alguien te empieza a contar un chisme y, aunque sabés que no es importante, necesitás enterarte de cómo termina.
No es casualidad. Los seres humanos tenemos algo así como una adicción a la coherencia. Nos encanta cuando las piezas encajan, cuando una historia tiene lógica y nos da la sensación de que todo cobra sentido.
El cerebro, un fanático de los spoilers
Nuestro cerebro funciona como una máquina de predicciones: siempre está tratando de adivinar qué va a pasar después. Y cada vez que acertamos —o cuando una trama nos sorprende de forma ingeniosa— sentimos un pequeño subidón de placer. Es química pura: un poco de dopamina y quedamos enganchados.
Por eso disfrutamos tanto las películas con giros inesperados, los thrillers con pistas ocultas… y hasta los buenos memes, que funcionan como mini-historias con su propio remate lógico.
Chismes, noticias y redes: la narrativa cotidiana
Lo curioso es que no necesitamos ficción para sentir ese placer. Los chismes son básicamente microtelenovelas que circulan en la vida real: personajes, conflictos y desenlaces que queremos completar.
Las noticias se consumen parecido: buscamos explicaciones, causas, efectos. Queremos que el mundo tenga un guion comprensible.
Y en las redes sociales, los hilos, los dramas virales y hasta los comentarios funcionan como capítulos de una serie interminable que seguimos a diario.
En todos los casos, lo que nos atrapa es lo mismo: esa promesa de sentido.
El lado brillante… y el oscuro
Esta necesidad de historias coherentes es parte de lo que nos hace humanos. Nos ayudó a sobrevivir, a aprender, a compartir cultura. Pero también tiene su lado oscuro: el doomscrolling, las fake news o la obsesión por “maratonear” hasta que se nos pasan las horas muestran cómo la búsqueda de coherencia puede volverse casi compulsiva.
Al final del día…
Lo que buscamos en una película, un chisme o un hilo de Twitter no es solo entretenimiento: es sentido. Nos gusta sentir que, aunque sea por un momento, el caos se ordena y la vida tiene una lógica que podemos descifrar.
Quizás por eso nunca nos cansamos de una buena historia: porque nos recuerda que, de alguna forma, seguimos siendo narradores natos, incapaces de resistirnos a armar el rompecabezas.
Comentarios
Publicar un comentario