La búsqueda de culpables es usualmente nuestro primer intento para encontrar una salida. China como origen de la actual pandemia que asola al mundo, es el sospechoso usual y objetivo de múltiples teorías conspirativas sobre la propagación del COVID-19. Algunos dicen que el virus fue diseñado, que se trata de un ataque biológico sobre occidente, otros que se les salió de control a los científicos chinos trabajando para el gobierno, otros culpan la acción tardía del gobierno asiático y piden sanciones para este país por haber silenciado la situación en un principio.
Lo cierto es que, en este momento no hay
ganancia alguna de encontrar al culpable, las vidas no se recuperarán y las
libertades individuales tampoco, por un buen tiempo al menos. La pregunta
importante es: ¿qué hacer cuando se presente de nuevo una situación como esta?
No, lamentablemente no existe ninguna seguridad
de que una pandemia de este tipo no se vuelva a producir. El mundo
hiperconectado en el que vivimos, que nos traslada países y continentes en
horas, en que las empresas hacen negocios a través del mundo, en que nuestras
familias incluso han migrado a otras latitudes, es lo que ha beneficiado la
rápida expansión de este virus.
El hecho de que nuestra ciencia aún no haya
logrado descifrar el comportamiento de todos los virus, lo cual es de momento no
está a nuestro alcance, dadas las múltiples mutaciones que se generan
continuamente. El carácter impredecible de las mutaciones hace imposible
predecir un episodio como el que estamos viviendo.
Ante un escenario en el que una emergencia
similar se puede presentar en cualquier momento podríamos ciertamente, elegir
renunciar a nuestras libertades de tránsito, instaurar protocolos sumamente
estrictos para el ingreso de personas y mercancías al país provenientes del
extranjero. Instaurar de manera permanente medidas como la restricción
sanitaria, ampliarla incluso a la circulación de personas. Aun así, con todas
estas medidas y cuantas más se pueda pensar, no hay garantía absoluta de que
estaremos a salvo de un brote como el coronavirus.
La variable que podemos de alguna manera
controlar, es nuestro grado de preparación para enfrentar una situación
semejante. La evidencia de las experiencias en los distintos países nos deja
varias lecciones: el mejor manejo de una crisis sanitaria depende de la
fortaleza del sistema nacional de salud en el país, la cobertura de este, la
educación en higiene y salubridad de la población, de igual importancia es el
respeto y acatamiento de medidas preventivas como guardar debidamente la
cuarentena al provenir de un país infectado y los protocolos sanitarios que se
instauren, y de alta importancia es sin duda, la capacidad científica en el
país.
Ayer lo decía el Presidente de la CCSS, no
podemos depender de ayuda ni de compras internacionales, países más grandes que
nosotros están con una creciente demanda de equipos médicos y sanitarios,
debemos hacer frente con lo que tenemos. Alemania, uno de los países con más
baja mortalidad por este virus tiene la capacidad de diseñar, fabricar y
distribuir equipo médico altamente especializado. Francia ha venido investigando
y ensayando tratamientos para combatir el virus. China, Estados Unidos y otros
países están dedicando equipos completos y millones de dólares para encontrar
una vacuna contra el virus.
Ciertamente podemos estar orgullosos de que
universidades públicas como el TEC y la UCR están colaborando con el diseño de
equipo de protección sanitaria, de respiradores artificiales y hasta
tratamientos para el virus a partir de hemoderivados, rama de investigación en
la que afortunadamente hay un pequeño equipo altamente especializado desde hace
años. Estos esfuerzos unidos a la labor del Ministerio de Salud, de la CCSS y
otras instituciones, además del distanciamiento social que muchos hemos venido
practicando, nos ha permitido, hasta ahora evadir una crisis sanitaria y
humanitaria de las proporciones que lamentablemente hemos visto en otros
países.
Significa esto que estábamos preparados para
una pandemia como la que enfrentamos, ni remotamente. Significa que debemos
abocar, cada vez más, esfuerzos y recursos a la investigación, a la ciencia, a
lo que nos permita entender mejor nuestro mundo y a quienes, personas, animales
y organismos, vivimos en él.
Mundialmente, los recursos destinados a la
ciencia son pocos, demasiado pocos diríamos hoy, ante la pérdida de decenas de
miles de vidas. La demanda por estos recursos es muy alta y los retornos se ven
en plazos muy largos, o incluso se ven solamente en situaciones extremas como
la presente, es aquí en donde cualquier precio nos parece poco…pero cuando la
calme retorne nos volverá a parecer impagable.
*El mundo y sus demonios, la ciencia como una luz en la oscuridad. Carl Sagan. Lectura altamente recomendada.
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